En
este capítulo os voy a relatar tres casos de "supuestos"
viajeros del tiempo. Os dejo a vosotros la decisión sobre la
veracidad de los mismos.
-
Rudolf Fenz:
Imaginad
Nueva York, las 11:15 de la noche, una noche de junio de 1950. De
pronto, sin saber de donde, aparece un hombre en plena Quinta
Avenida. Ante el estupor de la gente que a esas horas había en la
calle, el aturdido y desorientado individuo, sin tiempo de
reaccionar, se ve arrollado por un taxi, quedando tendido en el
suelo, muerto.
Hasta
aquí una historia normal. Pero, ¿de donde había salido ese hombre?
Nadie supo explicarlo. Más aún cuando al acudir la policía y
proceder a identificarlo, se percatan de lo extraño de su atuendo:
un traje, que parecía típico del siglo XIX. Lo extraño no
terminaba ahí, llevaba en los bolsillos varios objetos, una moneda
de 5 centavos, un ticket para el lavado y mantenimiento de un
carruaje y caballo, 70 dólares en billetes fuera de circulación,
una tarjeta de visita con su nombre y dirección escritos, y una
carta fechada en junio de 1.876. Como dato curioso, ninguno de los
objetos mostraban signos de ser antiguos, parecían nuevos.
Con
éstos extraños datos, el Capitán Rihm, de Personas Desaparecidas
de la ciudad, quien, partiendo de la dirección que figuraba en la
tarjeta de visita, se puso en marcha. En dicha dirección,
efectivamente, había un destartalado comercio, pero nadie conocía
al tal Rudolf. Para rematar, sus huellas no figuraban en ningún
sitio y al publicar su retrato, nadie lo reclamó. Tras muchas
indagaciones, consiguió encontrar a un familiar del citado Rudolf,
el cual le corroboró la desaparición de su antepasado en 1.876, a
la edad de 29 años. En efecto, en el registro de la policía de
dicho año apareció ese nombre como desaparecido sin hallar rastro
de él.
Una
historia increíble, sino fuera porque todo parece indicar que es una
leyenda urbana, basada en el libro “Los ladrones de cuerpos”, de
1.955, que alguien copió en 1.953 y que se difundió como cierta,
aunque algunos investigadores la siguen tomando como verídica.
- El caminante de Boisaca:
El
5 de mayo de 1.988, un joven de unos 20 años, aparece de imprevisto
en las vías del tren, en las Rías Altas gallegas. El conductor del
convoy, ve al chico, deambulando por las vías de espaldas al tren,
moviendo los brazos de forma extraña. Tras avisarle varias veces, el
tren no tuvo forma de detenerse a tiempo y arrolló al chico. El
cuerpo quedó destrozado, por lo que la identificación fue
imposible. Sólo se pudo apreciar que era de un chico de unos 20
años, talla media, raza blanca, pelo negro y ojos castaños. Llevaba
una camisa gris, pantalón negro y zapatillas deportivas. Lo único
que llevaba en los bolsillos eran 16.000 de las antiguas pesetas.
Se
investigó cual podía ser su identidad, pues no llevaba
documentación. Se barajó la posibilidad de que fuese un vagabundo
(descartado por la suma de dinero que llevaba en el bolsillo), o un
paciente de una clínica mental, que se descartó pues no se registró
ninguna fuga.
En
este punto se lanzó la osada hipótesis de que fuese un viajero del
tiempo, pues parecía haber aparecido de la nada y no tener ninguna
identidad reconocida. Pero el diario Correo Gallego, desechó esta
posibilidad al hacer públicas las pruebas de ADN que se realizaron.
Era un joven de 22 años y su nombre Oscar Ortega, hijo de una
farmacéutica de la zona, María Vasalo, quien se había trasladado a
Barcelona. Pero aquí viene lo extraño, nunca se reclamó su cuerpo
ni confirmada su identidad por los familiares. Su cadáver fue
enterrado en una fosa común en Boisaca en 1.995.
-
John Titor:
Año 2000 y 2001,
un foro llamado ArtBell, de IBM. Irrumpe un personaje que afirma ser
del futuro y que había regresado a esa época para realizar una
misión militar en el año 1.975. Decía provenir del año 2.036,
tener 38 años y ser norteamericano. Según él, viajó del año
2.036 al 1.975 para cumplir una misión militar que consistía en
viajar a ese año para recuperar un ordenador IBM 5100 de vital
importancia para su tiempo (2.036), debido a un fallo como el
denominado efecto 2000, el efecto 2.038, que acabaría con su mundo y
la tecnología, por no disponer de la antigua computadora IBM.
En esta parada en
el año 2000, estuvo contestando a varias cuestiones en el mencionado
chat, relacionadas con el año 2.038. Más aún, se aventuró a
lanzar varias profecías, como la guerra de Irak y la excusa de las
armas de destrucción masiva. También habló de la enfermedad de las
vacas locas, y de un nuevo descubrimiento sobre los agujeros negros,
que se produjo un año después. No todo fueron aciertos, como el
vaticinio de la tercera guerra mundial, en 2.015, como consecuencia
de un ataque nuclear de Rusia sobre Estados Unidos, China y Europa, y
que Estados Unidos ganaría, quedando China y Europa destruidas.
Tampoco habló de las Torres Gemelas, pese a ser un hecho que
conmocionó a la humanidad y acaecido sólo un año después. Está
por comprobar si en el año 2.036 sucedería una pandemia denominada
CJD, variedad de enfermedad de las vacas locas, con un enorme coste
de vidas.
Pero no se
conformó con chatear, sino que compartió fotos, en las que através
de imágenes y diagramas, explicaba el funcionamiento de su “máquina
del tiempo”. Sin embargo empezaron a aparecer las voces
discordantes: si venía del año 2.036 y tenía 38 años, en ese año
2000 ya habría nacido, pero no apareció ninguna documentación
relacionada con su nombre.
Para rematar la
historia, aparece un escritor alemán llamado John Meier, quien en
2.007, declaró que la historia de Titor era falsa, que era una
historia basada en una novela suya escrita en 1.986, llamada
“T1-Thor” (similitud evidente del nombre). El escritor había
perdido una copia de dicha novela en una casa de vacaciones en
California, y allí fue encontrada por John Adams, quien luego se
haría llamar John Titor.
No obstante, la
novela nunca fue publicada y los seguidores de John Titor se
preguntan por qué esperó tanto tiempo para destapar el engaño.
Conclusiones:
A decir verdad,
en las tres historias veo en 2 de los casos más mentira que verdad,
lease John Titor y Rudolf Fenz, y un caso sin explicar como el de el
caminante de Boisaca. Un chico de 22 años que no es reclamado por su
familia, una madre que sabemos su nombre pero no se llega a saber
nada de él. Me inclino a pensar, aunque sea muy osado, a pensar que
se le dio carpetazo a un caso que no sabían como esclarecer. Antes
inventamos una historia que reconocer que no somos capaces de
explicar la procedencia del chico.
Por otro lado, no
abogo por la posibilidad de los viajes en el tiempo y mucho menos a
nuestro tiempo, en el cual no tenemos nada que ofrecer.